sábado, 14 de abril de 2012

trabajo final etica de Suhad Sinobas Elías 623


Suhad Sinobas Elías

Grupo: 623

Filosofía II

Trabajo Final Ética

 Reflexión de los tres filósofos

Aristóteles en “la gran moral” habla de la moral como que sólo puede formar parte de la política. Que se ve que ni a una sola ciencia, ni a una sola facultad pertenece hablar del bien en su totalidad y en tal.

Entiende por bienes preciosos y dignos de estimación los que tienen algo de divino y que son lo mejor respecto a todo lo demás, como el alma y el entendimiento. Que pueden distinguirse los bienes que siempre y en todas partes son deseables y otros que no lo son. La justicia, y en general todas las virtudes, son siempre y en todas partes deseables. La fuerza, la riqueza, el poder y las demás cosas de este orden no lo son. Unos pertenecen al alma, como las virtudes; y otros al cuerpo, como la salud y la belleza; y otros nos son extraños y exteriores, como la riqueza, el poder, los honores y otras cosas análogas.

Que es preciso tener en cuenta que nosotros no vivimos realmente mediante ningún otro principio sino el de nuestra alma. La virtud está en el alma, y cuando decimos que el alma hace tal cosa, esto equivale a decir que es la virtud del alma la que la hace. La felicidad y el bien supremo constituyen el verdadero fin de la vida. Por consiguiente, la felicidad se encontrará en cierto uso de las cosas y en cierto acto.

Que el exceso y el defecto no son, por otra parte, los únicos límites que se pueden poner a la virtud, porque también se la puede limitar y determinar por el dolor y el placer. Hay tres cosas en el alma: afecciones o pasiones, facultades y disposiciones; de suerte que la virtud debe ser una de estas tres cosas. Las pasiones o afecciones son, por ejemplo, la cólera. Las facultades son potencias íntimas que nos hacen capaces de estas diversas pasiones., por ejemplo, potencias que nos hacen capaces de que montemos en cólera. Y así, con respecto a la facultad de encolerizarse, si uno se arrebata con excesiva facilidad, estará dotado de una mala disposición en punto a cólera. Estar bien dispuesto significa no incurrir en el exceso, ni en el defecto. Y así la disposición es buena respecto a las cosas que pueden merecer alabanza, cuando se mantiene en esta especie de término medio. Por lo demás, pueden los dos extremos ser, a la vez, contrarios al medio, lo mismo el exceso que el defecto, porque el medio incurre en defectos relativamente al exceso e incurre en exceso relativamente al defecto.

La alabanza va dirigida a la virtud y la represión al vicio; y es claro que ni la una ni la otra podrían aplicarse a actos involuntarios. Por consiguiente, desde este punto de vista depende de nosotros hacer el bien o hacer el mal. La palabra voluntario designa, absolutamente hablando, todo lo que hacemos sin vernos precisados por una necesidad cualquiera.

Hay violencia siempre que la causa que obliga a los seres a hacer lo que hacen es exterior a ellos; y no hay violencia desde el momento que la causa es interior y que está en los seres mismos que obran. La idea de la necesidad no es aplicable indistintamente a todas las cosas, sólo lo es a aquellas que nos son exteriores, por ejemplo, sí alguno se ha visto en la necesidad de sufrir cierto mal para evitar otro mayor que amenazaba su fortuna. Lo voluntario se da en lo que se hace con intención.

La preferencia no se aplica al objeto mismo que se busca, sino a los medios que conducen a él. La falta lo mismo en el exceso que en el defecto, y podemos vernos arrastrados a uno o a otro de estos extremos por el placer o por el dolor. El placer nos arrastra a obrar mal, y el dolor a huir del deber y del bien. Sólo el hombre virtuoso sabe procurar y encontrar lo que constituye este fin, y lo que debe hacer para alcanzarlo. El verdadero fin de la virtud es el bien, y la virtud aspira más a este fin que a las cosas que lo deben producir mediante a que estas cosas mismas forman parte de la virtud.

Kant habla en “Lecciones preliminares de filosofía” de que existe la vida cotidiana como camino para conocer la metafísica y no solo el conocimiento científico. Que los seres humanos viven, trabajan, producen, tienen comercio, edifican casas, establecen instituciones morales, políticas y religiosas además de saber conocer. Que la conciencia moral es una forma de actividad espiritual que contiene dentro de sí un cierto número de principios, en virtud de los cuales los hombres rigen su vida. Esto tiene bases para formular los vicios morales y es un hecho de la vida humana.

Que los calificativos morales solo pueden aplicarse al hombre porque las demás cosas no tienen merito ni demerito y son indiferentes al bien o al mal como son los animales y los objetos. L os predicados buenos o malos, en general los predicados morales, corresponden a lo que el hombre hace porque verifica actos y distingue dos elementos que son lo que el hombre hace y lo que quiere hacer. Lo bueno y lo malo corresponde a lo que el hombre quiere hacer. Son las voluntades.

Un imperativo es un mandamiento y todo acto voluntario se presenta a la razón en la forma de un imperativo porque es la rúbrica general en que es todo acto inmediatamente posible. Los imperativos hipotéticos son los que consisten en sujetar un mandamiento a una condición. Los imperativos categóricos son donde el mandamiento no está bajo condición alguna.

Un acto voluntario es legal cuando consiste en que la acción efectuada en él sea conforme y esté ajustada a la ley, pero no basta que sea legal para ser moral en el instante que antecede a la acción, en el ánimo o voluntad del que la ejecuta. Una voluntad que se resuelve a hacer lo que hace por esperanza de recompensa o por temor a castigo, pierde todo valor moral. Entonces, cuando un acto es de buena voluntad, la persona que lo verifica ha sido determinada a verificarlo únicamente porque ese es el acto moral debido.

El imperativo categórico se formula donde una acción denota una voluntad pura y moral, cuando es hecha no por consideración al contenido empírico de ella, sino simplemente por respeto al deber; es decir, como imperativo categórico y no como imperativo hipotético.

La voluntad es autónoma cuando ella se da a sí misma su propia ley, no busca aplausos y recompensas o evite los castigos. Y es heterónoma cuando recibe pasivamente la ley de algo o de alguien que no es ella misma.  La autonomía de la voluntad abre una pequeña puerta fuera del mundo de los fenómenos porque esta fuera del mundo de los objetos a conocer, de la tupida red de condiciones. Porque implica necesaria y evidentemente el postulado  de la libertad de la voluntad.

La voluntad es libre cuando es autónoma. La conciencia moral no es un conocimiento, es un acto de valoración. Nos muestra el mundo inteligible de las almas que no tiene nada que ver con el sujeto cognoscente.

Nietzsche habla en “La genealogía de la moral” que nosotros los que conocemos somos desconocidos para nosotros, nosotros mismos somos desconocidos para nosotros mismos y que esto tiene un buen fundamento. No nos hemos buscado nunca, ¿cómo iba a suceder que un día nos encontrásemos? Con razón se ha dicho “Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”; nuestro tesoro está allí donde se asientan las colmenas de nuestro conocimiento. Estamos siempre en camino hacia ellas cual animales alados de nacimiento y recolectores de miel del espíritu, nos preocupamos de corazón propiamente de una sola cosa de llevar a casa algo.

Dada la particular inclinación de Nietzsche a cavilar sobre ciertos problemas, inclinación que se refiere a la moral, a todo lo que hasta ahora se ha ensalzado en la tierra como moral y que en su vida apareció tan temprano, tuvieron que detenerse tempranamente en la pregunta sobre qué origen tienen propiamente nuestro bien y nuestro mal. En lo que le interesaba precisamente entonces era algo mucho más importante que unas hipótesis propias o ajenas acerca del origen de la moral. Lo que a él le importaba era el valor de la moral. Se trataba en especial del valor de lo “no––egoísta”, de los instintos de compasión, autonegación, autosacrificio, a los cuales cabalmente Schopenhauer (maestro de Nietzsche) había recubierto de oro, divinizado y situado en el más allá durante tanto tiempo, que acabaron por quedarle como los valores en sí, y basándose en ellos dijo no a la vida y también a sí mismo. Este problema del valor de la compasión y de la moral de la compasión parece ser en un primer momento tan sólo un asunto aislado, un signo de interrogación solitario; mas a quien se detenga en esto una vez y aprenda a hacer preguntas aquí, le sucederá lo que le sucedió, se le abre una perspectiva nueva e inmensa, se apodera de él, como un vértigo, una nueva posibilidad, surgen toda suerte de desconfianzas, de suspicacias, de miedos, vacila la fe en la moral, en toda moral, finalmente se deja oír una nueva exigencia. Necesitamos una crítica de los valores morales, hay que poner alguna vez en entredicho el valor mismo de esos valores y para esto se necesita tener conocimiento de las condiciones y circunstancias de que aquéllos surgieron, en las que se desarrollaron y modificaron (la moral como consecuencia, como síntoma, como máscara, como enfermedad, como malentendido; pero también la moral como causa, como medicina, como estímulo, como freno, como veneno), un conocimiento que hasta ahora ni ha existido ni tampoco se lo ha siquiera deseado.

Desde mi punto de vista, no se puede estar de acuerdo con solo unos de los 3 grandes pensadores porque en general, los tres dicen cosas muy atinadas y que te dejan reflexionando y pensando que sería lo mejor para la vida de las personas, además de que te plantean formas en donde vivir es muy bonito y muy pacifico, donde todos podríamos ser felices.

Claro que no todo lo que dicen es así, porque por ejemplo Aristóteles habla de que para ser virtuoso tienes que seguir ciertos pasos, no caer en excesos ni en defectos, ser libre y autónomo, al igual que Kant habla de las acciones autónomas y libres de leyes, pero la verdad no es tan fácil como dicen porque a veces lo que tienes que hacer es seguir reglas dadas por la sociedad porque el termino como libertad no existe en nuestros días como tal si no como un ideal, como un sueño que al contrario de lo que dicen los pensadores lo más importante son los bienes no deseables, los extraños y exteriores a nuestro cuerpo como el dinero y no los bienes del alma ni los valores autónomos.

Además de que funcionaria muy bien este tipos de ideas si las personas en su totalidad pudieran también regirse por estos planteamientos pero lamentablemente no sucede así, porque hay muchos ignorantes como también personas que no les parecen y no están de acuerdo con estos argumentos y entonces los pocos que sí le llegan estos razonamientos y quieren cambiar su forma de pensar son juzgados, son amenazados, son criticados por que su forma de pensar no es convencional o sumisa frente al poder, al gobierno y a las leyes.

O como dice Nietzsche que deberíamos de preguntarnos si los valores como siempre han sido pensados y aprendidos están bien, si realmente valen lo que se dice que son o si en algún caso, estos valores tan alagados en realidad fueron creados para el bien de unos pocos,  bajo qué condiciones y circunstancias surgieron, se desarrollaron y modificaron por que puede ser que haya sido egoísmo de algunos o como se dice tomar ventaja de estos para un beneficio individual.

De todo lo que se dice, sea un gran pensador o un simple estudiante, hay que dudar porque las ideas pueden sonar muy interesantes y hasta conectarte con ese pensamiento de tal manera que lo quieras llevar a cabo pero no siempre estas ideas son puras y dignas. A veces llevan algo entre líneas, esconde el sentido real o solo logras ver lo superficial.

Y para terminar, me gustaron mucho los escritos de estos filósofos pero desgraciadamente soy muy realista y a veces pesimista, yo no me quedo con las ideas de por encima, si puedo me voy a lo profundo, busco la idea que dan a entender en verdad y para mi estos ideales de vida están muy bien planeados pero se necesita de la colaboración de todos para que pueda suceder y logre transformar el mundo en el que vivimos. Ser analíticos, ser felices, ser autónomos y ser nosotros.

Canción de libertad

Justicia, Tierra, Libertad de Mana

Justicia, tierra y libertad

Justicia, tierra y libertad

Oye tú mi canto

Óyelo, óyelo

Oye tú mi llanto

Óyelo, óyelo

Hermanos y hermanas de otras razas

De otro color y un mismo corazón

Rezas y rezas y nada enderezas

Por eso hagamos la revolución, de amor

Oye

Estamos exigiendo todo el respeto

Respeto al indio y a su dignidad

Ya lo dijo villa, dijo zapata

Justicia, tierra y libertad

Justicia, tierra y libertad

Oye tú mi canto

Óyelo, óyelo

Oye tú mi llanto

Óyelo, óyelo

Oye tú mi canto

Óyelo, óyelo

Oye tú mi llanto

Óyelo, óyelo

¿Cómo tendríamos libertad?

¿Cómo tendríamos dignidad?

Como desearía yo

Como desearía el amor

¿Cuándo tendremos la democracia?

Cuando tumbemos la burocracia

Cuanto desearía yo

Menos demencia y más amor

Amor, dolor, amor

Oye tú mi canto

Justicia, tierra y libertad

Justicia, tierra y libertad

Justicia, tierra y libertad

Fuente: musica.com

Artículo de ética de filosofia.mx

Ser o tener: el dilema de la bioética

En los últimos años la llamada “ola verde” (proyectos ecológicos sustentables, productos “no-contaminantes” y supuestas campañas de protección al ambiente) ha tenido gran difusión por parte de los medios masivos de comunicación…

Una falsa “ola verde”

Dicha campaña ha generado, a su vez, toda una industria y comercio “verde”. Pues, paradójicamente, la “preocupación” por la ecología llegó a los hogares bajo la forma de productos, cuyo uso promete evitar el apocalipsis ambiental: bolsas y detergentes biodegradables, papel reciclado, aerosoles que no dañan la capa de ozono, autos que contaminan menos, gasolina sin plomo. En resumen, productos y más productos. Esto último hace ver que las campañas ecológicas están insertas dentro de la misma dinámica del mercado y de la preocupación por vender, se erigen más bien como campañas anti-ecológicas, preocupadas de fondo por mantener las ventas y no por proponer un cambio real en las costumbres de la gente y en las políticas ambientales.

Eso hace necesario que frente a las campañas de los mass media, el creciente número de productos “ecológicos” y a la aparente moda y popularidad de la que gozan hoy en día los temas ambientales, quepa preguntarse desde la postura crítica de la bioética ¿Cuál es, en realidad, el problema al que nos enfrentamos? ¿Cuál es la gravedad de la situación? Y, finalmente, ¿cuáles serían soluciones reales al problema ambiental que no sean una mera estrategia publicitaria y comercial?

El problema al que nos enfrentamos

Franz J. Browimmer en su libro Ecocidio hace precisamente, a manera de denuncia, un balance de la situación ambiental de nuestros días. Sus afirmaciones son preocupantes, porque su reflexión aborda los efectos de la vida humana sobre la Tierra: alerta acerca de la pérdida masiva de las especies en una “hemorragia en la que desaparecen diariamente 100 o más especies”.  Esto último porque junto con las actividades productivas humanas ha surgido una crisis de extinción que supera por mucho la extinción natural de las especies. Para Browimmer esa extinción sin tregua es “visible sin necesidad de imágenes complejas ni de modelos complicados por ordenador. Es real y se está produciendo en todo el mundo”.

Por ello el filósofo afirma que nos encontramos frente a un “Ecocidio”, producto histórico y dependiente de las acciones humanas. La pérdida masiva de especies: aves, réptiles, mamíferos e insectos, así como de miles de especies de plantas, es una ruptura, rápida y profunda en el orden ambiental inducida por el hombre. Si bien la extinción es el fin natural de las especies, a diferencia de la extinciones comunes que suceden después de que un grupo de organismos ha llegado a un prolongado periodo de éxito y en una frecuencia que en los últimos 500 millones de años había sido de una especie cada 5 años, la extinción que vivimos en la actualidad durante los últimos 35 años se ha acelerado a la pérdida de al menos 4 especies al día, solamente en Brasil.

A esto hay que agregar que las selvas y los hábitats de las especies se han reducido a tan sólo el 10% de sus niveles pre humanos, que la mayoría de las áreas naturales están a punto de desaparecer y que cada día aumenta más la contaminación y sobreexplotación de los recursos, el cambio climático, y la distribución de plagas y especies invasoras.

Browimmer indica que los “cambios producidos por el hombre en el conjunto de la biosfera no tienen precedente”.  El ser humano a lo largo de su vida en la Tierra ha modificado los ciclos biogeoquímicos, el clima, ha propiciado la erosión generalizada de los suelos, la desertificación extensiva y la dispersión sin control de contaminantes tóxicos y de organismos genéticamente modificados. Esto se conjunta también con una tradición social de prácticas jerárquicas que tuvo origen desde la aparición de la agricultura y que desembocó en una sociedad de clases, el sometimiento de la naturaleza y un régimen que busca lograr siempre la producción de excedentes.

La época contemporánea se ha caracterizado en general por una negativa a reconocer las consecuencias ecológicas del comportamiento social humano, y el reconocimiento que se hace a través de los medios de información, como ya decíamos al principio de este ensayo, es más bien un falso reconocimiento. Son las fallidas relaciones ecológicas y sociales humanas las que nos han llevado a un ecocidio progresivo.



En esta situación límite que hemos descrito, Bryan Norton, otro filósofo de la Bioética actual, ve la práctica injustificada de un antropocentrismo fuerte que nos lleva al colapso ecológico, porque las personas actúan sin ideales, sin marcos de referencia, se conducen regidas únicamente por sus principios inmediatos, de forma caprichosa y voluntariosa sin considerar ningún límite. Es la razón que se guía únicamente en sus fines instrumentales, sin reconocerle a la naturaleza ningún derecho, ninguna prerrogativa o salvación.

En palabras de Browimmer: “la economía capitalista globalizadora exacerba estos problemas amanzanado destruir toda la biosfera, infligiendo graves e irreparables daños a un intrincado sistema que sustenta la vida.”  Porque los grandes productores no se detienen ante nada: talan bosques, secan pantanos, modifican el curso de los ríos, no les preocupa socavar los ecosistemas hasta su destrucción.

La gigantesca industria humana y la sobrepoblación demandan cada día más materias primas, y ello ha obligado al pastoreo excesivo, la deforestación y a la sobreexplotación de la tierra y de los recursos pesqueros. Browimmer aquí ve una paradoja, pues mientras la industria realiza su enorme producción bajo el lema de mejorar las condiciones de vida y abastecer a las poblaciones, las sociedades humanas siguen igual de estratificadas y empobrecidas, además de que han perdido terreno en las decisiones medioambientales y son arrastradas por la ola de consumismo; aquel proyecto neoliberal y capitalista que invita a comprar y comprar negando el impacto ecológico, como si hablar de ecocidio fuera una “exageración morbosa, un inventario pesimista o un panorama desastroso y melodramático o de ambientalistas eco charlatanes”.

Lo que vemos hoy en día es que los medios de comunicación “maquillan” las cifras, o aparentan olvidarlas, en complicidad con los medios de producción y los grandes capitales, evitando mencionar las verdades incómodas que Browimmer no teme difundir:

Hoy también se han extinguido unas 100 especies de animales y vegetales y han desparecido otras 50 000 hectáreas de selvas tropicales; los desiertos han avanzado otras 20 000 hectáreas; la economía mundial ha consumido el equivalente a 22 millones de toneladas de petróleo y, por tanto, durante esas 24 horas habremos liberado a la atmósfera otros 100 millones de toneladas de gases de efecto invernadero…

Por causa del hombre, la naturaleza contemporánea es un vestigio de su gloria pasada, asemeja a las ruinas de un castillo medieval de las que sólo podemos imaginarnos su esplendor.  “Puede que sea el momento de rebautizar a nuestra especie como Homo aesophagus colossus: animal de esófago gigante capaz de devorar sistemas enteros”.  La dinámica actual sólo hace ver en el futuro un colapso inminente, porque el orden de destrucción de nuestros días hará insostenible también la existencia humana.

Sin embargo, frente al escenario anterior, ¿por qué habríamos que preocuparnos? ¿Por qué molestarse en encontrar una explicación y una solución?

Browimmer responde inicialmente de forma práctica: porque nuestra especie depende de las otras para su existencia. Algunas especies producen el oxígeno que respiramos, otras producen nuestro alimento y mantienen la fertilidad de nuestro suelo y nos dan materias primas, otras procesan nuestros desechos. “Los humanos no sólo formamos parte de la biodiversidad sino que somos profundamente dependientes de ella”.

Pero la respuesta de nuestro filósofo no sólo está inmersa en el orden práctico, que rebelaría un afán meramente antropocéntrico, sino que reconoce que cada especie, además de beneficiarnos de manera práctica, es única y tiene derecho a existir por el simple hecho de que añade riqueza y belleza a la vida sobre la Tierra. Y aun si no se quisiera aceptar el valor en sí de los recursos naturales y las especies, a Browimmer le parece temerario que la gente, los gobiernos y las transnacionales no actúen con firmeza ante el ecocidio ecológico, siendo que la extinción en masa de las especies y la pérdida de los hábitats van, a fin de cuentas, en contra de sus propios intereses.

Browimmer formula una vía política para hacer frente al ecocidio, que expondremos en el último capítulo de este ensayo, donde hace notar que la lucha por la protección del ambiente y por la justicia social es una sola. No obstante, si dicha propuesta, que recorre el ámbito de lo político, es una propuesta viable a nivel colectivo, ¿qué se puede realizar a nivel individual para evitar el ecocidio?

Es lógico que no basta, hemos insistido, en comprar productos ecológicos o realizar pequeñas acciones: la gravedad de la situación exige que vivamos de una manera distinta, insertos en un proyecto vital que, como explicaremos inmediatamente, Erich Fromm y Marcel llaman vivir en el ser y no en el tener.

 Tener o ser: el dilema personal de la bioética

Cuando referíamos más arriba que las transnacionales, los gobiernos y las sociedades se encuentran regidas actualmente por fines utilitarios y mercantilistas, no se trataba en ningún momento de subsumir la responsabilidad individual a una responsabilidad colectiva, pues la propia forma de vida de los sujetos individuales contribuye día a día al deterioro ambiental.

Todos los días compramos productos con distintos fines, y el acto de comprar nunca termina, nunca se satisface por completo. Se puede decir con evidencia que la gente se encuentra inmersa en una dinámica de consumo en la que tiene que renovar constantemente todo: el automóvil, la sala, la computadora, el celular y el guardarropa, por decir algunos ejemplos. Como si la identidad personal se hubiese construido sobre las pertenencias, en el ámbito de tener cosas.

El problema, no sólo es vivir en el tener, cuestión que ya demerita la experiencia de vida como advertimos en el pensamiento de Erich Fromm, sino que la vida en el tener lleva al ecocidio: el consumo sin límites y superfluo, el apoderamiento de productos como si fueran objetos sin valor que se pueden usar y desechar al antojo, la conquista indiscriminada de la naturaleza, la relación con otros seres, incluso con seres humanos como si fueran meros recursos a disposición de los deseos.

Vivir en el tener, advierte Fromm, es querer que algo se incorpore a nosotros, querer apropiarse de algo sin límites, consumir desenfrenadamente   “La actitud inherente al consumismo es devorar todo el mundo. El consumidor es el eterno hijo de pecho que llora reclamando su biberón”  Las grandes industrias, las transnacionales que destruyen los ecosistemas, se mantienen por las gigantescas ventas que la vida conforme al tener les reporta. Vivir en el tener es ser cómplice de la explotación indiscriminada de los recursos naturales, del empobrecimiento y dominio de los países del tercer mundo por las grandes potencias, de la desaparición ecocida de las especies animales y vegetales.

La mayoría de la gente en las sociedades contemporáneas, según Fromm, viven el modo de tener como el modo natural de existir y “hasta como el único modo aceptable de la vida”.

Adquirir, poseer y lucrar son los derechos sagrados e inalienables de del individuo en la sociedad industrial. (…) A nadie le importa en dónde y cómo adquirí mi propiedad ni lo que hago con esta. (…) Hoy en día se hace hincapié en el consumo, no en la conservación y adquirir se ha convertido en comprar para “deshacerse” de las cosas. 

La gente compra autos, vestidos, joyas, y después de un tiempo se siente aburrido de sus posesiones y las tiras para comprarse otras. Las toneladas de basura que diariamente se genera en las ciudades, más la suma de recursos naturales desperdiciados, muestran claramente que el modo de tener es una vía rápida a la catástrofe ecológica y social.

Por ello Fromm invita a la vida del ser, que es la vida del gozo genuino, de hacer lo que se desea sin esperar a cambio un fin utilitario o el reconocimiento social. Es el camino donde no se trata de pulir el ego para ser “objetos tentadores” dentro del mercado humano, ni de proteger la imagen a base de mentiras y apariencias. Ser es la vía de buscarse a uno mismo en vez de dedicarse a tener y consumir cosas.

Además, la vía del tener es siempre la vía de la injusticia, donde se afirma el yo y se aplasta a los objetos y a otros sujetos. “No hay una relación viva entre mi yo y lo que tengo”.  Pero la vía del ser es la vía de la experiencia en donde el encuentro con los demás es una experiencia viva y no se puede describir en términos de cosas. En la vía del ser no es necesario comprar y comprar para sentirse completo, en dicha vía la sonrisa de todo el mundo es luminoso y ¿quién puede adueñarse de una sonrisa?

“El modo de ser tiene como requisitos previos: la independencia, la libertad y la presencia de la razón crítica (…). Esto significa renovarse, crecer, fluir, amar, trascender la prisión del ego aislado, estar activamente interesado, dar”.  Es una especie de antropocentrismo, porque uno sigue atento a sus necesidades vitales y sociales, pero ya no es el antropocentrismo fuerte, moderno, destructor del que hablaba Norton, es más bien un antropocentrismo débil,  basado en ideales y en marcos de referencia vitales, que no permiten que nos adueñemos de todo como si el mundo entero con sus seres, vivos y no vivos, nos pertenecieran.

Gabriel Marcel dice al respecto que el modo de ser es el reconocimiento y la apertura al otro, al que dejamos de ver como una cosa y empezamos a ver como parte fundamental de la propia existencia. “No puedo pensarme a mí mismo como existente, sino en tanto que me concibo como no siendo los otros”.  En el ser no se puede reducir al otro a ser un mero elemento del entorno,  por el contrario se trata de comprender al otro y lo comprendo cómo libertad, porque es también libertad. “Tener es encerrar, pero encerrar es impedir, es resistir, es oponerse a algo que se derrame, se vierta, se escape”.  Tener es el camino de someter al otro, y no importa si ese otro es un hombre, un animal, un árbol o una cascada.

En resumen, al modo de tener en el que cada día somos instados a vivir debemos resistir a través de la vida en el ser, vida que esquiva la embestida consumista de los medios de comunicación y las transnacionales, y nos lleva a mantener una postura crítica ante la industria, así como un consumo consciente y moderado que conlleva la protección de la naturaleza. Este modo de vida es también pie de un nuevo orden social, de un modelo público que deje de incentivar la inseguridad de las personas para fomentarles el consumo y la explotación, y se encargue mejor de guiarlos a un nuevo horizonte.

Bioética y política

De la misma manera que en el campo del individuo, la situación ecológica requiere ya de una nueva manera de vida, Browimmer opina que el ecocidio exige también una nueva forma de organizarnos colectivamente. Habrá que buscar una organización política que se aleja de aquellos supuestos ecocidas y de injusticia que nacieron con la agricultura: 1-Que la vida humana exige una jerarquía estricta y la división del trabajo, 2-Que la tecnología es capaz de satisfacer las necesidades humanas, 3-Que el ser humano tienen derecho a dominar el orden natural de las cosas sin restricciones.

Asimismo habrá que replantear los supuestos modernos que son las verdaderas causas del ecocidio: el modo capitalista de producción y el Estado-nación, que han fomentado la competencia comercial y el individualismo como los motores beneficiosos del progreso y la educación. Y lo único que han conseguido es la desigualdad social y la devastación del planeta.

En la modernidad “la naturaleza queda reducida progresivamente a un surtido de recursos explotables que se negocian en el mercado libre”. Pero la mayor explotación y ecocidio se ha llevado a cabo después de la Segunda Guerra Mundial, con el surgimiento de grandes empresas transnacionales, protegidas por las políticas neoliberales de los gobiernos, que se han encargado de explotar la Tierra de tal manera que se ha masacrado la biodiversidad y han contaminado al planeta de manera nunca antes vista. Todo eso junto a una política de neocolonialismo, de empobrecimiento de los países para obtener sus recursos naturales y la explotación irrestricta de la fuerza de trabajo.

Esto explica por qué Browimmer opina que la lucha por el ambiente y por un mundo más justo es la misma lucha, y ve como necesaria la creación de una democracia ecológica en la que se creen instituciones con una nueva relación con la naturaleza y con la sociedad: unas relaciones más comprometidas con la vida.

Sólo de esa manera, para Browimmer, podremos salir de la gran catástrofe ante la que nos encontramos y que nos hace pensar que el ser humano se encuentra viviendo un gran festín sangriento en el que devora a la Tierra, sin saber que es su último festín.

La bioética, sin embargo, tendrá que explorar otras posibilidades de análisis del problema ecológico de nuestros días, de manera que se logre rescatar lo más que se pueda de la destrucción. Tendrá también que recorrer el camino de la política y de las acciones organizadas para que se promulguen nuevas y decididas leyes y políticas de Estado que eviten que unos cuantos se apoderen de los recursos naturales, los exploten y los den al consumo sin restricción alguna.

Comentario

Este artículo me gustó porque habla de un tema que me interesa que es el planeta y como lo estamos dañando con todos los problemas ambientales que hemos ocasionado como la contaminación, la deforestación, la extinción, entre otras y como menciona todas las cifras al principio del artículo que es bastante y que ya es algo que se debería tomar en cuenta pero que no solo son los números si no es la acción de los humanos de egoísmo, de pensar solo en uno mismo, de hacer, vender y comprar, desechar y volver a comprar y como se vuelve un círculo vicioso y como está relacionado con lo que dice Aristóteles y Kant de una personas virtuosa no cae en los excesos ni en los defectos como también evita los vicios y como esas personas que están en ese devastamiento del mundo carecen de virtudes además de que tienen un bien exterior y extraño al cuerpo que es e dinero.

Habla del consumismo y de cómo tener se ha vuelto algo indispensable para la vida cotidiana. “Como si la identidad personal se hubiese construido sobre las pertenencias, en el ámbito de tener cosas”. Vivir en el tener, como dice el título, es querer que algo se una a nosotros, querer apropiarse de algo sin límites, consumir desenfrenadamente. Los factores más importantes son adquirir, poseer y lucrar en la sociedad industrial y en el capitalismo. Como dice Nietzsche, que los valores se van acomodando por importancia de acuerdo a la circunstancia en el que el individuo se encuentre.  

Fromm habla de vivir la vida no con la importancia del tener sino del ser. De ser una persona regida por valores autónomos como dice Kant. De hacer lo que se desea sin esperar a cambio un fin utilitario o el reconocimiento social. Además, la vía del tener es siempre la vía de la injusticia porque en este ideal las personas tienen más que otras personas, no hay una ley universal, donde se afirma el yo y se aplasta a los objetos y a otros sujetos.

Como dice Fromm, tener es el camino de someter al otro, y no importa si ese otro es un hombre, un animal, un árbol. “El modo capitalista de producción y el Estado-nación, que han fomentado la competencia comercial y el individualismo como los motores beneficiosos del progreso y la educación. Y lo único que han conseguido es la desigualdad social y la devastación del planeta.”

Así que se debería de tener una conciencia más abierta hacia ámbitos donde todos los seres del planeta, porque no solo los hombres son importantes, tengamos bienestares. Donde los valores que sean los principales sean los categóricos donde no busquemos recompensa o evitemos castigos, sino que pensemos en un bien común. Además de que al cuidar el planeta, nos cuidamos a nosotros porque mantenemos vivo el lugar donde habitamos, los objetos materiales al final no son tan indispensables como un lugar donde vivir.

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