jueves, 19 de abril de 2012


Alumno: Gutierrez Gutierrez Ivan
Grupo: 623 
Aristóteles
La gran moral
Después de haber hecho el análisis de cada virtud en particular, sólo nos resta resumir todos estos pormenores para presentar el retrato de la virtud en su conjunto y en su generalidad. No desaprobamos la expresión, compuesta de dos palabras en la lengua griega, mediante la que se designa el carácter del hombre completamente virtuoso: la honestidad unida a la bondad, a la belleza moral, porque se dice de un hombre que es honesto y bueno, para expresar que es de una virtud completa. Por lo demás, esta expresión general, honesta y buena, puede aplicarse a la virtud en todos sus matices, a la justicia, al valor, a la prudencia; en una palabra, a todas las virtudes sin excepción. Pero dividiendo la palabra en los dos elementos de que está formada, diremos que hay cosas que son especialmente honestas, y otras que son especialmente buenas y bellas. Entre las cosas buenas, hay unas que lo son de una manera absoluta, y otras que no lo son absolutamente. Las cosas honestas y bellas son, por ejemplo, las virtudes y todos los actos que la virtud inspira. Las cosas buenas, los bienes, son el poder, la riqueza, la gloria, los honores y las demás análogas. El hombre honesto y bueno es aquel que aspira a la adquisición de los bienes absolutos, y para quien las cosas absolutamente bellas son las bellas cosas que trata de ejecutar. Esto es el hombre honesto y bueno; esta es la belleza moral. Pero el hombre, para quien los bienes absolutos no son bienes, no es honesto y bueno, en la misma forma que no está sano el hombre para quien las cosas sanas, absolutamente hablando, no son sanas. Si la fortuna y el [88] poder, al caer en manos de un hombre, le son dañosos, no debe desearlos, porque sólo debe desear los bienes que no pueden perjudicarle. Pero el hombre que está organizado de tal manera que hace bien en privarse de la posesión de algunos de estos bienes, no es lo que llamamos honesto y bueno. Verdaderamente honesto y bueno sólo es aquel para quien todos los verdaderos bienes subsisten siéndolo, y que no se deja corromper por ellos, como los hombres se dejan corromper las más veces por la riqueza y el poder.
Kant
"Fundamentos Morales de la Metafísica"

Kant quiere llegar a los principios de la ética según procedimientos racionales.
Al comienzo de su Fundamentación identifica a la «buena voluntad» como único bien incondicional, pero niega que los principios de la buena voluntad puedan determinarse por referencia a un bien objetivo o al cual tiendan. En vez de suponer una formulación determinada del bien, y de utilizarla como base para determinar lo que debemos hacer, utiliza una formulación de los principios éticos para determinar en qué consiste tener una buena voluntad.
Rechaza los principios no universalizables. Es decir, el principio moral tiene que ser un principio para todos. Esta idea se formula como una exigencia, que Kant denomina «el imperativo categórico», o en términos más generales la Ley moral. Su versión más conocida dice así: «obra sólo según la máxima que al mismo tiempo puedas querer se convierta una ley universal». 
Un ejemplo de uso de imperativo categórico sería este: un agente que adopta la máxima de prometer en falso no podría «querer esto como ley universal», pues no lo querría para consigo. Prometer en falso no es universalizable, y por lo tanto la máxima de prometer en falso está moralmente prohibida. Es importante señalar que Kant no considera mala la promesa en falso por de sus efectos nocivos, como lo hacen los utilitaristas, sino porque no puede quererse como principio universal. 
Kant nos dice que los principios moralmente válidos (es decir, como debemos actuar) es «por deber». Sin embargo Kant también afirma que no tenemos un conocimiento cierto de nuestras máximas. Normalmente deducimos las máximas subyacentes a partir de la pauta de acción, pero ninguna pauta sigue una máxima única. Por eso Kant diferencia “máxima moralmente válida” y acción «conforme con el deber».

Nietzsche
"La Genealogía de la Moral"
En su "Genealogía de la moral", Friedrich Nietzsche plantea la pregunta: ¿Cuál es el origen de nuestras ideas del bien y del mal? y de ahí presenta un extenso tratado que expone de forma brillante los resultados de sus reflexiones. La inquietud de realizar tal investigación surge desde sus años de infancia, y tiempo después inspirado en algunos filósofos ingleses que tocaron el tema, pero a juicio de Nietzsche, no lo hicieron con la argumentación que el caso ameritaba, ya que según el, sólo formulaban hipótesis.
Es entonces que Nietzsche analiza los conceptos de "bueno" y "malo", y propone que: a) Estos conceptos han sido transmitidos a lo largo de la historia, sufriendo en esas transmisiones, cambios en su espíritu, así, lo que ahora puede considerársele como bueno, hace mil años podía ser malo, b) El concepto se relaciona de acuerdo al estrato social de la persona que lo acuña; las clases altas, se proclamaban a ellos mismos, buenos y virtuosos, y a sus contrarios -la clase baja-, inferiores y malos. c) El sentimiento de superioridad, distancia y dominación influía también, en la creación de los conceptos, d) El concepto también iba ligado de acuerdo a la pureza o impureza de la raza, e) Y el odio de las clases bajas producía valores, al oponerse siempre a todo lo que le fuera contrario.
Nietzsche sostiene que la mala conciencia tuvo su origen cuando los humanos tuvieron que vivir repentinamente en sociedad, renunciando a sus instintos animales, y al renunciar a ellos, se interiorizan, se reprimen, y se constituye el alma. En ese sentido es interesante como aborda el tema de la creación del Estado, criticando a los contratistas, y rompiendo en definitiva con ellos: el Estado no sería originado por un contrato natural ni social, sino cuando un grupo de hombres aplica la violencia en su beneficio y en la búsqueda del control y sometimiento de los demás.

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